martes, 4 de mayo de 2010

Capítulo V: "Huellas en el Hielo"

"Huellas en el hielo", de Georg Simmel, 1907

"Me encontraba al borde de un lago congelado y miraba los ejercicios de un patinador. Hacía rato que había comenzado y los realizaba con una entrega como en pocos afanes de la vida se quiere dedicar a una meta tan ideal; enlazaba las cambiantes vueltas y espirales, el enredo y la elegancia de sus curvas.

Sin embargo, éstas no llegaban a ser ligeras y seguras. Las rodillas se le doblaban y ponían tiesas con una falta de soltura poco digna; los brazos se aferraban en el aire a un contrapeso imaginario; el cuerpo se dejaba llevar con torpe desgano a lo largo de las líneas que el espíritu le prescribía. ,e aárt+e deñ desgarbado actor y, al regresar un instante después, encontré la pista vacía y a mi vez me deslice en ella. Y entonces vi que las huellas que aquel patinador había grabado en el hielo tenían las arrobadoras y graciosas formas de la elegancia y la libertad de las líneas que un pájaro traza en el aire.

Enseguida me invadió algo así como la dicha de que una cosa semejante, pese a todo, es posible: que entre toda la tosquedad, toda la torpeza, todo el bamboleo de nuestro movimiento, podemos igualmente trazar con el extremo de un patín una línea cuya delgada y ligera huella nada sabe de la definiciencia de nuestra contextura. ¿Es que realmente podemos hacerlo sólo con los pies? ¿Y si también hacia arriba, mientras deambulamos pesados y sin equilibrio, la extremidad de nuestra alma deja una huella tras de sí, de cuyo encanto y valor nada se ve mientras la describimos, pero que un dios sabe reconocer y alegrarse con ella?"


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Si, claramente dice "dios", no "Dios".

Los ateos tienen que reconciliarse con este concepto que le es tan esencial a la vida humana como la respiración misma. Es "dios" con minúscula, sin el sistema patriarcal de por medio, exenta de la mala reputación de la Iglesia apostólica romana. Simplemente dios... que para Durkheim está ligado a lo que para toda sociedad ha de ser lo más preciado, el sentido de comunidad. La libertad social en la que se diluye la libertad puramente individual. Religión... Religare... cada individuo es un microcosmos, la religión nos une al cosmos. La religión sin libros, sin prédica, la que es pura experiencia y vivencia.

dios, sin mayúscula... se puede leer en el sentido que le darían los griegos... dios es la verdad, el sentido, la meta, la belleza... es tanto el dios de los cristianos como el dios de los judíos, y el dios de los árabes, y mi dios de agnóstica, que no es más que un sentimiento de unión con el mundo.

Hay que reconciliarse con el término "dios". Sentir la trascendencia no convierte a nadie en ignorante o idiota. La idiotez es propia de la necedad... hay creyentes necios, y otros que no. Hay fanáticos religiosos a ultranza, y otros que no. Y hay ateos necios... y otros que no.

Simmel creía en el re-encantamiento del mundo, a pesar de Weber, quien hubiera anunciado su desencanto.
Simmel creía en la vida como una obra de arte, creía que en el hombre brillaba una partícula del todo. Lo creía ya en la Modernidad. Y Nietzsche dijo que dios había muerto, pero precisamente, con dios muerto lo único que pudiera salvarnos sería el arte. Creo que todos señalan en la misma dirección... no militar en el individualismo asérrimo, no encerrarnos entre muros imposibles, no despreciar a quienes comparten con uno el caminar por este suelo, conectarnos con un metadiscurso, no hacer de nuestra propia vida el eje, buscar lo que tenemos en común en lugar de buscar acentuar solo lo que nos diferencia.