martes, 18 de enero de 2011

Capítulo XIII: Agua (o sobre Transition) parte II

Benjamin Roux se adentra en el mar.

El niño Roux ha conocido a las manta rayas en un acuario, y ahora cree...¡no!, está convencido - lo suficiente como para dar un salto de fe - de que son ángeles.

A través del vidrio grueso ha imaginado la suavidad de sus superficies. Está fascinado con la manera en la que la raya corta el agua en la suspensión más pacífica, sin peso y sin esfuerzo. Sus cuerpos ondulantes le han parecido alados. Supone que los ángeles pueden aparecer y desaparecer a antojo, y ha creído ver este mismo comportamiento en las rayas, cuando se entierran en la arena y se confunden entre algas.

Más aún, se ha sentido cautivado por sus ojitos negros y acuosos, como si lo penetraran hasta el tuétano y lo llamaran a poner la mano contra el vidrio, con la necesidad imperiosa de traspasarlo y  convertirse en raya.
Cree - sabe - que pueden leer sus pensamientos, y piensa que un zumbido casi mudo en sus oídos es la voz de su ángel.

Ahora Benjamín Roux se adentra en el mar.

Supone - o sabe- que si las rayas son ángeles entonces el mar es el cielo.

Tímidamente primero moja los pies en la orilla, mientras se aleja de la mirada protectora de sus padres.
La arena está llena de caracoles arrastrados por la corriente. El mar se ha desecho de ellos, pero no se deshará de él. Él se considera un niño bueno. 

Comienza a avanzar. Pronto ya no puede ver sus pies cuando mira hacia abajo.

Benjamín Roux le teme al agua cuando en la profundidad se torna oscura. Pero piensa, más le teme a la tierra cuando la haja el sol y cuando la sangre llena las grietas. En el fondo, en el carozo, ya ha tomado una decisión.

Entonces avanza aún más y se sumerge por completo.

Por instinto se asoma del agua para respirar, pero antes de poder reaccionar, siente cómo la corriente retrocede y por sobre él se levanta esta ola.

Y la ola lo golpéa y lo hace dar tumbos contra la arena. Su cabello se arremolina al tiempo de que exhala la última gota de aire.

Abre los ojos. Jamás lo ha hecho en el mar. Para su sorpresa, la sal calma su ardor.

Puede ver el sol a través del agua, entre la espuma. Parece tan lejano, tal vez debiera hacer un esfuerzo por volver a la superficie, aunque la distancia le parece ahora infinita.

Deja de escuchar, deja de pensar. Abre más grande los ojos. La luz se divide en trazos que lo iluminan en el vacío. Siente cómo el agua le llena el pecho, la mirada comienza a nublársele, pero por algún motivo, no tiene miedo.  ¿Tán poco quería vivir que ahora ni siquiera le apetecía luchar contra esto? Ah.. pero cree - está seguro - de que pronto dejará de tener su cuerpo obsoleto y se convertirá en una raya.

Su somnolencia es interrumpida de un tirón violento... la paz ha sido quebrada. ¿acaso Benjamín Roux tenía que pasar por el purgatorio antes de ir al cielo?. Pero el jalón no lo arrastraba mar adentro.

Fue tomado por los codos y por los cabellos, y arrancado del seno del agua. El silencio se lleno de gritos de horror, y pudo reconocer la voz de su madre.

"No! Por qué han venido!? ¿Quién les ha llamado?"

Su padre lo carga en brazos y lo deposita sobre la arena. "Padre, la arena me quema!" quiere protestar, pero para hablar necesita aire. "Padre, padre! no entiendes que ahora no puedo vivir en la tierra! ahora soy una raya!", piensa, creyendo que sus ojos son dos perlas negras ahora y que puede hablar a través de sus pensamientos con su padre.

Siente un golpe fuerte a la altura del diafragma. Percibe cómo el agua abandona su cuerpo, al tiempo en que |se estremece y siente una punzada aguda en el pecho. "¿¡Padre, padre, qué haces!? ¡yo no quiero volverme un niño de nuevo! Siento tanto dolor, despídete de mí y devuélveme al agua, te lo ruego...".

Su madre se arrodilla junto a él y lo toma entre los brazos, llenando de lágrimas su cabello, ni remotamente tan saladas como el mar.

Benjamín Roux tiene brazos, nariz, pies de nuevo. Por encima de todo, un terrible dolor de cabeza.

Está aquí entre nosotros de nuevo.

Hace calor en la tierra, y en la tierra, ningún árbol, ninguna sombra.

Hace calor en la tierra, y Benjamín Roux se siente atrapado en su cuerpo.