lunes, 10 de agosto de 2009

Cap. I :Fin del mundo

El momento del quiebre apenas se parece a tiempo vivo. Sí más bien se parece a un punto quieto de la vida alrededor del cual se van formando pliegues. Una situación que ya no puede seguir siendo real: sus personajes se resbalan, sus relaciones son inverosímiles, retorcidas... ellos buscan arañar el aire, presienten el quiebre, lo huelen como a una alerta de incendio a medianoche. A último momento todos piden no caer, no ser barridos por el movimiento cíclico, por el morir y el nacer... el reaparecer en otro lugar, lejos de aquí, lejos de este punto final, del sitio bajo el cual el suelo se va a quebrar. Es rabiosa resistencia al cambio, si acaso no es cierto amor por todo lo malo conocido.
Los pliegues se juntan alrededor, uno es el pisapapeles, preso, que espera juntar la convicción necesaria para dejarse caer... dejar que todo caiga, lo malo conocido, el amor enfermo de muerte, que se alisen las arrugas, que la vida sea un llano de nuevo.

La vida se quebró y por la grieta yo también caí; porque la vida dolía, como si de vivir petrificado se hubiera tratado durante mucho tiempo, en posición insoportable e incómoda.

Y sin embargo al saltar también estaba triste, mortalmente triste, tan triste que me pareció que sería imposible estar viva al día siguiente. tristeza y miedo, miedo a todos y de todo.

Pero lo cierto es que hubo un día siguiente; lo cierto es que la vida no tiene por qué ser un círculo, cuando puede ser una espiral ascendente.

En el día que le sucedió al fin del mundo, comenzó Lingerbliss.

No hay comentarios:

Publicar un comentario