jueves, 19 de mayo de 2011

Capítulo XVI: Mosca-elefante

Hay algo que sobra
y hay algo que falta.

Y aún así,
no sé desde cuando sobra
ni sé desde cuando falta.

No podría sentir hoy que algo sobra,
si de aquello no hubiese tenido antes la medida justa.
Y no podría sentir hoy que algo falta,
si no lo hubiese tenido hasta ahora.

Es que ya se sabe,
estamos limitados a disfrutar de una cosa
solo diferenciándola de su opuesto.

Hay algo que sobra,
el peso de una mosca-elefante
sentada en mi hombro derecho.

Y hay algo que falta,
porque en el hombro izquierdo siento
esta liviandad incómoda,
el pájaro prófugo que en su lugar
deja por lástima sus plumas.

Hay algo que sobra,
y hay algo que falta,
y lo que sobra ni remotamente
me entretiene como para hacerme
olvidar de lo que falta.

Ni aunque la mosca-elefante
pesara exactamente dos libras,
-Lo que habría pesado el pájaro prófugo-
podría yo dejar de dar vueltas en la cama.

Qué terrible...
cuando el pájaro eres tú,
y tienes esas horrendas piernas que te llevan y traen,
pero sobre todo que te llevan más allá de mi hombro,
Horribles, horribles...

Qué terrible
Cuando las horrendas moscas elefante
Te zumban en la nuca la noche entera,
¿qué habría de hacer con ellas
si fuesen personas?

Pisar al elefante…
Ahuyentar a la mosca,
Y mandar a las horrendas bacantes
a que entretengan a todos esos horrendos Hombres.

Quiero quiero y quiero,
- porque soy caprichosa-
quiero que se marchen todos,
los hombres, los elefantes y las moscas,
Quiero quedarme
sufriente en la nada
para que sea lo que sea,
sea quien sea,
el pájaro vuelva, sienta pena,
y se apiade de mi alma.

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