sábado, 23 de junio de 2012

Capítulo XVIII: Si no es para siempre, entonces no fue nunca

Desdémona está desconsolada.  Nunca se le ha hecho tan patente el significado de su nombre como ahora, “la desdichada”...  tan desdichada como la Desdémona que había amado profundamente a Otelo en la ficción.  

  Repasa en los archivos de su memoria y enumera la cantidad de veces que ha cometido el error de llamar “amor de su vida” al hombre de quien recientemente se ha separado.  

Está convencida;  cualquier momento de dicha que pudo haber tenido junto a él no ha sido otra cosa que una fantochada. “Es que después de todo se le ha caído la máscara”, piensa.  

“Falso falso falso”, repite. Si lo que era no sigue siendo, entonces fue falso.  Como no fue para siempre, entonces no fue nunca.  Y se va hundiendo en la autocompasión a medida que se convence a sí misma, y a quienes la rodean, de que por tonta ha desperdiciado años de su vida en alguien que resultó no ser la persona que ella creía que era.

Falso. Falsa la mariposa en el pecho, falsas las noches en que mirando el techo con las manos entrelazadas proyectaban el futuro, falsa cada sensación y falso todo lo que ya no es, porque de haber sido real se hubiera regenerado con el paso de los días -como la piel- y no se hubiera caído por su propio peso, como la lámina tosca de yeso sobre la cara que resultó ser. Fachada, máscara, mentira.

Desdémona lo odia y se odia por haber sido tonta. Se desgarra las vestiduras, se sacude la identidad y remueve de un barrido todo lo que hay sobre el tablero de dibujo en su estudio.

Se lee a sí misma desde la página número uno. Ya va por el capítulo veinte de su propio libro, el libro de sí misma, pero cada vez que se mueve al siguiente capítulo, tiene la compulsiva necesidad de volver a leer la introducción y los diecinueve capítulos anteriores. Cuando llegue al capítulo veintiuno, tendrá que releer veinte. 
Guarda algo de lógica, tengámoslo en consideración. Después de terminar un volumen de historia universal, es buen ejercicio releerlo. Entonces al releer la historia del siglo XVIII, habiendo ya leído la historia del siglo XIX, algunas cosas parecen ganar coherencia y sentido.

Ah... pero no pasa lo mismo con el libro de su vida. Los primeros capítulos ahora le suenan estúpidos. Falsos. Mentira.  Mentira todas las cosas que creía a los 20, porque a los 30 ya no las cree.  Equivocada, ha vivido equivocada, pero ahora es el momento en que caen las máscaras.  Los diecinueve capítulos anteriores son basura.

El campo visual humano es, digamos, de poco menos de 180 grados.   No es una falencia no tener ojos en la nuca, ni signo de imperfección, mientras el Hombre tenga consciencia de que han quedado 180 grados abandonados por fuera de su espectro de percepción.  Todo relato es mirada parcial, por eso la buena justicia, la justicia justa, descansa sobre el beneficio de la duda.

Cree Desdémona que, parada desde el presente  y mirando al pasado, ha recuperado el registro de los 180 grados que escaparon a su entendimiento en otros tiempos. Entiéndase, en tiempos de Lo Falso.

De niña ya se le ha encarnado esta idea de que “hay que encontrar un lugar en el mundo, el lugar que a uno le fue hecho a medida, o para el cuál uno ha nacido”. Y así, cada vez que sus entrañas la arrastran a un lugar nuevo, y cada vez que sigue su instinto con la convicción de ahora sí estar escuchando la voz de la Verdad, y de que ahora sí, definitivamente y para siempre, ha encontrado el lugar indicado ... se ha convencido de que todas las veces anteriores, ha seguido pistas equivocadas.

Un amor, un lugar, una vocación, una idea.  Hasta no llegar al momento de equilibrio perpetuo, toda instancia anterior merece ser tachada y merecidamente llamada… falsa.

No concibe la vida como cambio.  Tiene por religión la anti-vida, la imagen fija de la persona que está llamada a ser, y en la que todavía no se ha convertido.  Odia a todas las personas a las que amó y a las que ya no ama; no han sido otra cosa que farsantes. Amor verdadero... De esos tiene que haber uno solo.

Y así se caba la tumba. Encerrada en la obsesión de desmentirse permanentemente, de arrancarse los propios ojos confundiéndolos con una venda.

Desdémona seguirá buscando el punto de equilibrio.  Cree en la posibilidad de encontrar un rincón, entre dos edificios y junto a un banco de plaza,  que siempre se halle a la misma distancia del Sol.  Como si la Tierra no se moviera, como si las coordenadas fueran invariables. 

Ignora que nos movemos aun cuando estamos parados en un mismo lugar. Por más quieta que desee quedarse, todo en su interior se mueve. La sangre, el oxígeno, las uñas y  hasta la piel, que permanentemente se  muere y se cae. 

Y a medida que ve más y más mentiras en todo lo que es móvil,  va por la vida desamando todo.  Desagradece el amor que le profirió durante cinco años el hombre al que llamó “amor de su vida”, despotrica sobre la ciudad de la que se sintió parte un tiempo atrás.

 No es estúpido?  Como decir que el hielo que ahora es agua nunca fue hielo verdadero?

“De verdad te quise, pero las cosas han cambiado y nuestro tiempo juntos llegó a su fin”, le ha dicho el hombre al que recientemente ha decidido odiar.  ¿No se suponía que el amor era incondicional?


Tan incondicional que… de ser agua que con su volumen adopta la forma de un vaso… a falta de vaso debería conservar la forma de éste en lugar de desparramarse?

Migran permanentemente todas las energías y almas en el mundo, migran buscando sol,  buscando agua, buscando una playa en la que dar a luz. Y en cada momento, donde quiera que vayan las almas que no se enredan en la búsqueda inútil de un “para siempre”, sienten que están en el lugar correcto.


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